Nueva normativa de etiquetado de alimentos, ¡ventajas para los niños alérgicos!
Por Mi menú sin leche
El pasado 13 de diciembre de 2014 entró en vigor la nueva normativa europea de etiquetado de alimentos que incluyó una serie de cambios destinados a hacer más comprensible para el consumidor final el etiquetado de los productos.
Como madre de niño alérgico alimentario esperaba como agua de mayo esta reforma pero tras unas semanas conviviendo con el nuevo etiquetado, ¿en qué nos ha beneficiado esta medida?
En primer lugar la tipografía de las etiquetas ha aumentado; la letra ya no sólo es más grande y clara sino que la información es mucho más legible y puede verse de manera conjunta en un primer golpe de vista.
Los alérgicos o afectados solemos decir con cierto tono de humor -aunque gracia nos hace más bien poca- que nos identificamos entre nosotros a varios metros de distancia. Basta con echar un vistazo a los pasillos del supermercado para saber qué comprador es alérgico y quién no. No os hacéis una idea de la cantidad de tiempo que he invertido diariamente en la cesta de la compra para, al final, acabar devolviendo a la estantería muchos productos por no tener nada claro si podía o no ofrecérselos a mi pequeño. Así que el simple hecho de hacer comprensible y legible en un solo vistazo el etiquetado es, para el colectivo alérgico, un gran paso que aplaudimos.
En segundo lugar, la nueva ley obliga a informar de la presencia –si la hubiera- de alguno de los 14 alérgenos declarados oficiales y que son: cereales con gluten, huevos, pescado, cacahuetes, soja, leche y derivados, frutos de cáscara, apio, mostaza, sésamo, dióxido de azufre y sulfitos, altramuces, moluscos.
La información sobre la presencia de estos alérgenos debe ser clara y que no induzca a ningún tipo de confusión. Además, estos datos no sólo serán obligatorios en los productos envasados sino también en los no envasados -como panaderías o servicios de restauración de hoteles, hospitales, restaurantes o comedores escolares- y en la venta a granel y a distancia.
Pero sin duda, uno de los cambios más significativos de la nueva ley ha sido la obligatoriedad de bares, restaurantes, hospitales o servicios de comedor de informar, sin ningún género de dudas, sobre la composición de los alimentos que sirven.
Es difícil que alguien que no conoce de cerca las alergias alimentarias entienda lo complicado que resulta comer fuera de casa con un alérgico. No en vano, 7 de cada 10 reacciones graves tienen lugar al consumir alimentos fuera del hogar. Y es que resulta una verdadera odisea encontrar un sitio fiable, en el que los camareros entiendan lo que les preguntas y sus respuestas sean seguras. ¿Contaminación cruzada? ¿Trazas? ¿Diferencias entre APLV e intolerancia a la lactosa? Las caras de quienes te atendían ante semejantes preguntas, eran un auténtico poema.
Con esta reforma el absoluto responsable de lo que vende es el establecimiento, y todo su personal debe estar correctamente informado sobre la composición e ingredientes de los menús que ofertan: alérgenos y trazas deben ser declarados.
Lo que es evidente es que con más de 2 millones de personas alérgicas alimentarias en nuestro país –cifra que crece anualmente de manera alarmante- era más que necesaria una reforma de estas características y aunque todavía quedan muchas cosas por mejorar, como madre de un niño alérgico veo muy positivas todas las medidas que se vayan adoptando.
Publicado el 11 Feb, 2015