La felicidad de las madres
Por Diario de una mamá pediatra
Hace un poco más de dos años inicié mi andadura en Diario de una mamá pediatra. El blog, que fue concebido sin ninguna aspiración concreta, ha pasado a formar parte indispensable de mi vida. Desde un principio creo que en él convergen y se complementan dos aspectos de mi vida: el hecho de que soy pediatra y mi trabajo consiste en ser médico de niños, y el hecho de que a la vez soy madre de dos niñas preciosas. Aunque no hubo pretensiones de que así fuera, son muchas las madres recientes que cada día me leen y comentan sus impresiones. Desde el punto de vista médico, me he integrado en lo que se conoce como la blogosfera sanitaria, participando en diversos proyectos colaborativos muy interesantes, que focalizan la atención en el paciente, en especial en el paciente empoderado, que conoce, que quiere participar y que trabaja en equipo con su médico.
La felicidad de las madres
Muchas propuestas para colaborar con diferentes páginas y proyectos me han llegado en los últimos meses. Mi participación aquí no está exenta de recelo, pues he rehusado participar en cualquier proyecto que tuviera que ver con una marca comercial. En el blog no tengo publicidad, ni la tendré, porque eso me da libertad para ser yo y escribir de lo que me apetezca y cuando me apetezca. Acepté participar en El club de las madres felices porque la idea me pareció preciosa, y por la implicación personal de una de las personas que ha puesto en marcha este proyecto.
Me piden que hable de la felicidad y de las madres felices. Hablar de un concepto abstracto y subjetivo no siempre es fácil. Y menos si las que son felices son las madres del siglo XXI: madres, esposas y trabajadoras, que no siempre tenemos una vida sencilla. La maternidad es una compleja telaraña en la que la mayoría nos metemos sin tener una idea real de la complejidad que nos espera. Nos metemos con una idea romántica y algodonosa que la literatura, el cine y hasta nuestros familiares, amigos y conocidos nos han transmitido. Nos metemos a ciegas, sin saber que nos esperan noches sin dormir no sólo por los llantos nocturnos de un niño recién nacido, sino por los desvelos que nos causa un niño con sus pequeños o grandes problemas; o un adolescente que se va de fiesta y que llegará a las tantas. Nos metemos hasta el cuello sin saber que tenemos una resistencia física que desconocemos. Que difícilmente conoceremos más en profundidad lo que es dar sin esperar recibir nada a cambio. Sin saber que cada día, por muy mala noche que hayas tenido, empezarás siempre de cero.
Todo cobra sentido
Por qué será que sin embargo todo cobra sentido cuando tu bebé de apenas unos meses sonríe apenas con tu presencia, cuando ese pequeño que empieza a andar se agarra con fuerza a tu mano para que le guíes en el camino, cuando sus dedos acarician tu pelo o cuando recibes un beso espontáneo. Cuando oyes decir por primera vez y con sentido la palabra «mamá». Cuando observas con rubor como tu pequeño analfabeto empieza a escribir sus primeras letras.
Y es que la maternidad origina una felicidad que en momentos es difícil, pero que es felicidad al fin y al cabo.
Hace pocos meses leí el libro de Eduardo Punset «El viaje a la felicidad». Os lo recomiendo porque allí entendí aspectos terrenales de un concepto abstracto como es la felicidad. Sin embargo, y aunque incluso redacta la fórmula de la felicidad, que cada uno de nosotros podemos aplicar a nuestras vidas, mi conclusión al leer el libro y siendo capaz de ver con perspectiva la vida propia y las vidas ajenas, es que la felicidad no es el fin sino el camino. Y en eso estamos la mayoría, ¿o no? Recuerda que si necesitas un regalo para bebé, en Suavinex tenemos nuestra sección de canastilla bebé llena de regalos perfectos para el recién nacido.
Publicado el 03 Mar, 2011