Madre y mujer ¿Puede ser de otra manera?
Por Diario de una mamá pediatra
Es frecuente en los tiempos que corren que se plantee la disyuntiva entre ser madre y mujer. Por motivos obvios, para ser madre, no queda más remedio que ser mujer. Aunque sí es cierto que son muchas las connotaciones de lo que significa ser mujer en el siglo XXI, y más si también se quiere ser madre. Entiendo que la disyuntiva aparece cuando se recurre a la imagen de mujer liberada y trabajadora, como si ello fuera incompatible con tener hijos, quererlos y atenderlos adecuadamente.
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Elección
Yo no elegí ser mujer, aunque me encanta mi condición femenina. Sin embargo sí elegí ser madre, y además por partida doble. Antes de tener a mis hijas, tuve una vida que solo en sutiles aspectos se diferencia de lo que pudo ser las de mis congéneres varones. Tuve una infancia feliz, una adolescencia sin demasiadas complicaciones, estudié y me formé, salí y entré, empecé a trabajar, me fui a vivir en pareja.
Paternidad
Sin embargo es cierto que la maternidad nos diferencia de nuestros compañeros de viaje, los hombres. De buenas a primeras por motivos físicos: nuestro cuerpo es el que tiene capacidad para gestar, para parir, para lactar. En segundo término, porque posiblemente por factores hormonales aunque también por aspectos sociales, las mujeres seguimos teniendo un papel predominante en la crianza de los hijos. Es cierto que muchas cosas están cambiando y muchos hombres están día a día más implicados, pero estamos lejos de una igualdad en el terreno de la paternidad.
La escala de valores
Cuando tienes tu primer hijo –de hecho ya desde el momento en el que lo estás gestando- tu escala de valores de trastorna. Bueno, no se trastorna. En realidad se transforma, se modifica, da un giro de 180 grados. Y los hijos ocupan el primer puesto en la lista. Para siempre.
Pero todo lo demás no desaparece. Ni la pareja, ni el resto de la familia, ni los amigos, ni el trabajo, ni el ocio; ni ninguna de las cosas que antes que formaban parte de la lista de cosas importantes en tu vida. Simplemente ocupan otro espacio, habitualmente de menor tamaño, y entras en la lucha diaria de cuadrar ese rompecabezas para que todas las piezas quepan.
Mujer y madre
Y una de las piezas que cuesta encajar es el trabajo. El trabajo fuera de casa. El trabajo que nos hace ir de bólido la mayor parte del día si queremos conciliar con nuestra vida privada, si queremos darles a nuestros hijos el tiempo que se merecen y necesitan, el trabajo que parece que no nos deja tiempo para otras muchas actividades. Las dificultades no son pocas y más teniendo en cuenta que el grueso de las tareas en el hogar sigue estando en nuestra balanza, a pesar de que trabajemos igual o más horas fuera de casa que nuestros compañeros de fatigas.
El trabajo
Sin embargo os confieso que nunca me he planteado dejar de trabajar. Cierto es que me ha dado mucha pereza incorporarme a trabajar después de las bajas maternales –tan cortas-, dejando a un bebé tan pequeño en casa. Que me ha dado mucho coraje tener que irme algunos días cuando las niñas estaban enfermas o simplemente estábamos pasando un buen rato juntas. Que muchos días cuando suena el despertador me parece una auténtica tortura y me gusta soñar con una vida un poco más contemplativa.
Pero me gusta trabajar y supongo que me gusta trabajar fundamentalmente porque me gusta mi profesión y lo que hago cada día. Además estudié y me formé durante muchos años para ello. Me siento útil socialmente y no sólo porque soy hija de, mujer de o madre de –que también está bien, no me malinterpretéis-. Trabajando me relaciono con muchas personas, aprendo muchas cosas nuevas cada día. Trabajando también obtengo beneficios económicos que pueden repercutir positivamente en la familia y que me hacen independiente de un marido que pudiese ser que un día ya no me quisiera.
Trabajar fuera de casa y ser madre no son incompatibles. Aunque eso pasa por un concepto muy en boga que se llama conciliación. Aunque de conciliación quizá hablamos otro día.
Publicado el 31 Mar, 2011