Prepararse emocionalmente para la maternidad
No quisiera comenzar con una frase tan obvia pero es un hecho. Ser madre nos cambia la vida de arriba a abajo. No es algo transitorio, es un estado permanente que nos acompañará de por vida; que nos proporcionará sin duda una gran felicidad pero también muchas incertidumbres, miedos, dolor… ¿Cómo podemos prepararnos para tantas emociones; sobre todo en una sociedad donde hemos sido educados para no compartirlas?
Después de casi cuatro años de maternidad (más de cinco si contamos la difícil búsqueda del primer hijo) y dos niños, lo que me ha enseñado la vida es que el secreto está en fluir. Por diversos motivos es muy frecuente (y hasta normal) querer controlarlo todo. Pero el día a día como madre no es una ciencia exacta como decidir si comprarte un cochecito que se pliega en formato paraguas o en formato libro.
El problema está en que para fluir no podemos estar agarrotados por el miedo. Ese miedo tan intenso que sólo se conoce cuando te conviertes en madre. Una indecisión que nos paraliza, nos bloquea, no nos deja ser nosotros mismos. Si tenemos miedo podemos acabar haciendo cosas que no deseamos hacer. Por desconocimiento, por no atrevernos a dar el paso. Por no hacer algo que los demás no esperen de nosotros.
Para no sentir miedo hay que tener seguridad en uno mismo. Confiar en nuestra infinita capacidad para maternar, empoderarse. No hay un camino marcado para conseguir este fin, cada cual encontrará el suyo. Mi experiencia es que existen dos factores fundamentales y muy relacionados. El primero, informarse bien; y el segundo, abrir la mente.
Informarse bien significa leer mucho y variado. Hablar, comentar, atrevernos a compartir en voz alta nuestras inquietudes, miedos, penas y alegrías; estar dispuestos a observar a nuestro alrededor y reflexionar sobre cómo nos sentimos. La mayoría de los papás primerizos, entre los que me incluyo, nos hacemos un master en temas de puericultura para poder hacer la mejor selección de artículos para nuestro bebé. Pero desgraciadamente muy a menudo nos olvidamos de lo más básico. ¿Qué sabemos sobre cómo será nuestro bebé y nuestra vida con él? ¿Qué sabemos sobre cómo se alimenta un bebé, sobre cómo se nutre emocionalmente?
No podemos confiar cuestiones tan importantes a lo que nos diga el pediatra, la matrona, nuestra familia o el primero que pase por ahí y husmee en nuestros asuntos. Como padres creo que debemos informarnos sobre lactancia, sueño infantil, alimentación, crianza, en definitiva, sobre todo aquello que resultará tan básico en los años posteriores y formarnos una opinión.
Con una opinión formada ya no estaremos a la deriva de nuestras emociones más allá de lo inevitable por la falta de experiencia y el vaivén hormonal. Con una opinión formada podremos dar razones a quienes nos pregunten y no sentirnos agredidos si los demás no están de acuerdo. Tener una opinión bien fundada nos hará sentir más seguros y confiados en lo que hacemos.
Pero tener una opinión sobre estas cuestiones no significa cerrarnos en banda y no admitir nada más. Ser padres es un constante crecimiento, una situación que evoluciona y crece a la par que nuestros hijos. Nuestra experiencia y la de otros padres (incluso la de los que crían de otra forma), la de profesionales que nos puedan inspirar, es básica para crecer a la par que nuestros hijos. No hay que tener miedo a equivocarse y mucho menos a rectificar. ¡El camino se aprende andando!
Publicado el 19 Ago, 2013