El secreto de las madres felices: mis cuatro ingredientes
Por Tenemos tetas
Acabo de reincorporarme al trabajo, tras un parto poderoso y un año a tiempo completo con mi bebé. Una hermosa amiga me halaga y me reta con estas palabras: «Lactancia, sexo, apoyo familiar y dinero, ¡tú has encontrado el secreto de las madres felices, Ileana! ¡Escribe sobre eso!»
Al margen de que ella me vea con buenos ojos, y de que estemos o no de acuerdo en cuáles sean los ingredientes de la felicidad (quizás cada una excluya o incluya otros factores) me ha hecho gracia este comentario y le voy a tomar la palabra. Porque creo que, sin duda, estos cuatro factores son bien importantes para vivir la maternidad de una manera más fácil y plena.
– La lactancia: Por coyunturas económicas y sociales, la lactancia humana ha estado a punto de extinguirse. Se estima que a mediados de los años 70 del siglo pasado se alcanzaron las tasas de lactancia materna más bajas de la historia de la humanidad (justo cuando nacimos esta generación actual de madres). Como consecuencia, una gran cantidad de mujeres hoy en día arrastramos muchas dificultades para establecer y disfrutar la lactancia; por muchas razones que no cabría explicar aquí.
Pero si eres de esas afortunadas -o luchadoras- que has logrado practicar la lactancia, y disfrutarla más allá de los 6 meses, es muy probable que hayas descubierto una fuente de felicidad, comodidad y placer que lubrica y hace mucho más fácil el maternaje de nuestros hijos. La lactancia no solo es la conducta normal de la especie; no solo es cómoda, gratuita, portátil, segura y saludable; y toda esa infinidad de bondades para el bebé que ya sabemos; sino que además en la madre activa la oxitocina, la prolactina, las endorfinas y otros neurotransmisores del placer. Sí, las mismas hormonas del sexo y de la felicidad. Algo así como una «droga» natural prevista por la evolución para aumentar el placer y la felicidad de mamás y bebés.
La mayoría de las madres que amamantamos durante años, en lugar de esa falsa imagen de esclavitud o agotamiento que venden por ahí, muy al contrario, sentimos aumentar nuestra autoestima; nuestra libertad, nuestro tiempo disponible, nuestra sensación de criar bien; nuestra percepción positiva de la maternidad, menos sentimientos de culpabilidad… en general, la vivimos como una fuente de satisfacción personal. O al menos eso he constatado entre los grupos de madres con largas lactancias que compartimos por las redes.
– El sexo: Es sabido que el sexo coital, con la pareja, se resiente mucho tras el parto. A menudo la energía, la libido de la mujer puérpera, está dirigida principalmente hacia el bebé. El sexo con la pareja pasa a un segundo o quinto plano, lo cual parece un mecanismo biológico útil. El agotamiento físico, la presión psicológica, la sobrecarga de labores, la adaptación a las nuevas condiciones familiares, las inseguridades o los cambios en los roles hacen el resto. Esta situación puede durar meses y años.
A menudo nos sentimos presionadas –por la pareja o nos lo autoimponemos nosotras mismas- para sacar prontamente al bebé de la habitación o abandonar la lactancia, buscando recuperar de algún modo «la vida de antes». Otras veces, vemos como nuestra pareja se desmorona sin que nos alcance la energía para intentar algo por evitarlo. Laura Gutman escribió en su día un artículo ya clásico donde explicaba que el puerperio requería un sexo mucho más tranquilo. Más enfocado en las caricias y el sostén emocional, que en el ejercicio acrobático o la pasión ardiente. Los hombres que lean estas páginas harían bien en revisar también su empatía, su disponibilidad emocional; su capacidad de sostén, su madurez y su cambio de rol inminente ante la llegada del bebé.
No conozco estudios al respecto. Pero por mi propia experiencia en este segundo puerperio, y por lo que he hablado con otras madres que han vivido partos naturales poderosos y pospartos bien arropados, el chute de oxitocina en un buen parto y un buen puerperio puede ser muy alto. Tanto como para que te alcance y te sobre para reanudar el deseo y la vida sexual en poco tiempo. A ver si me explico. Podemos descartar la lactancia, enviar al bebé a una habitación propia desde el día 1; silenciar las pulsiones de nuestro cuerpo hacia el bebé, y recuperar la vida sexual de pareja como si nada hubiera pasado.
Esto es más probable cuando hemos tenido un parto traumático o anestesiado (en sentido amplio). Cuando intentamos que la maternidad nos deje la menor huella posible, física y emocional. O en cambio podemos llegar a sentirnos tan bien… Tan empoderadas, tan oxitocínicas, tan diosas y tan cuidadas, después de un parto maravilloso… Que la libido nos explote, fluya y alcance para nutrir y sostener al bebé corporalmente; y también para retomar, relativamente pronto, una vida sexual incluso superior a la que teníamos antes. En el medio, un continuum de situaciones diversas y de fases diferentes en las que nos movemos casi todas las mujeres; distinto para cada experiencia maternal.
Es importante contactar con el lugar auténtico en el que estamos, y respetarnos a nosotras mismas y que nos respeten. Pero sin dudas, cuando logramos tener suficiente placer disponible, la maternidad se retroalimenta, la pareja se fortalece y la familia completa gana en cohesión y bienestar. El sexo, y las hormonas y endorfinas que mueve, nos ayuda a recuperar energía. También a liberar estrés y a enfrentar los retos del día a día con mejor humor. Circula un pequeño librito por ahí donde una «mami gatuna» y una sabihonda «lady curricula» nos ofrecen sus consejos para mejorar la vida sexual y hacerla compatible con la maternidad reciente. A mí me gustó mucho.
– El apoyo familiar (o de tribu). Muchas familias y grupos a los que pertenecemos en la sociedad patriarcal, en vez de apoyar reprimen, ordenan y coartan. Algunas mujeres a menudo nos sentimos furiosas contra nuestras propias madres y padres, suegros, cuñadas, etc. Que nos quieren controlar o se entrometen en nuestros asuntos; conflictos que aumentan exponencialmente cuando llegan los niños.
Los consejos «bienintencionados» a menudo encubren juicios. Y de pronto sentimos que nos llegan mensajes contradictorios desde todas partes, y nosotras en medio, con más información que nunca. Pero también con más inseguridad que nunca, y con nadie que nos alcance un plato de sopa o nos abrace en silencio.
Con internet, se ha puesto de moda el concepto de «tribu virtual». También han florecido los grupos presenciales de apoyo a la maternidad, la crianza, la lactancia… Buscando otras mujeres que nos contengan, nos arropen y nos ayuden a afrontar la maternidad. Algo muy difícil en una sociedad basada en el individualismo y la competitividad. La maternidad y la crianza funcionan -o quisiéramos que funcionaran- con unas reglas distintas a las del mundo rea;, más sensibles, dulces, solidarias y nutricias.
Desgraciadamente, a veces las guerras se desatan también en los grupos de apoyo reales o virtuales. Y las madres recientes contamos con muy poca ayuda práctica para enfrentar las inmensas demandas emocionales del bebé, más el mundo doméstico, y hasta enseguida el mundo laboral. Demasiadas exigencias sobre los hombros de las mujeres, que terminan repercutiendo en la parte más débil: los bebés y niños pequeños.
Contar con el apoyo real de la pareja, de las abuelas y abuelos, de las amigas o las vecinas; saber pedir ayuda y dejarnos ayudar, es un arte para cultivar sobre todo cuando tenemos niños pequeños. Una suerte que tenemos que apreciar y agradecer, sabiendo pasar por encima de las pequeñas imperfecciones y desacuerdos. Revisar los contratos no escritos con nuestras familias, e intentar encontrar soluciones no es nada sencillo, pero vale la pena, en medio del proceso de crecimiento personal al que nos reta la maternidad. ¿Qué tipo de tribu necesitamos? Desde luego la que apoye y nutra, la que deje a cada uno a ser quién verdaderamente es. Si eres hermano, amigo o vecina de alguna mujer recién parida, recuérdalo. Ofrécete a hacer la comida, a limpiar la casa o a poner la colada. Evita opiniones.
– El dinero: Bueno, hay que aclarar que aquí no hablamos de pasta gansa; que es el sentido que habitualmente le damos a la expresión «tener dinero». Hablamos de dos salarios mínimamente dignos, de los que permiten llegar a fin de mes. Hablamos de que la maternidad no debería poner en peligro la independencia económica de ninguna mujer ni de ninguna familia. Que para ello habría que articular políticas sociales avanzadas. Con un año como mínimo de baja maternal retribuida. ¿Cuántos parados hay cobrando prestaciones ahora mismo en España? ¿Cuántos bebés menores de un año hay? ¿No podrían los parados cubrir nuestros puestos temporalmente y las madres o padres cobrar la prestación por cuidar de los niños?
Hablamos de luego tener un trabajo al que volver. Un trabajo digno, con un horario humano, de jornada única a ser posible. De la posibilidad de reducir la jornada, o de hacer teletrabajo. Llegaremos algún día a una sociedad que retribuya justamente las labores de cuidado. A niños, enfermos, dependientes, ancianos, que somos o seremos todos en algún momento de nuestra vida. Eso se llama felicidad social.
El dinero no da la felicidad, pero calma los nervios, se suele decir. Es evidente que una familia preocupada por un mínimo de recursos para sobrevivir, no puede disfrutar de la crianza como quisiera. Es evidente que a la sociedad hasta ahora esto le suele importar un pimiento, porque vivimos en una pirámide de valores invertida.
En total, estos cuatro ingredientes pueden ser una suerte, o un lujo, o el resultado de un camino de esfuerzo o crecimiento. Ojalá lo fueran para la inmensa mayoría de las familias. ¡Nosotras lo valemos!
Publicado el 10 Mar, 2014