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Teresa Lobo Arregui: la adopción completó mi familia

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Teresa Lobo Arregui, autora de La casa donde viví

Siempre supe que sería madre. Siempre supimos que formaríamos una familia.

Carlos y yo nos casamos en diciembre y nueve meses después nació nuestro primer hijo, Pablo. Pablo siempre nos puso todo muy fácil, era tan bueno que no recuerdo haberle oído llorar nunca. Sonriente, simpático y muy cariñoso, todo fue fácil y feliz con él. Cambiamos el centro de Madrid por un piso en un barrio a las afueras y compramos un coche más grande.

Al año y medio me quede embarazada otra vez, pero en esta ocasión no sería todo tan fácil y bonito.

En las familias hay tristezas pero también sorpresas

En la semana doce el embarazo se terminó y durante un tiempo sentí un dolor tan intenso como nunca antes lo había sentido. Pero la vida fue muy generosa con nosotros y a las pocas semanas Jaime apareció en forma de un nuevo embarazo.

En la semana doce el embarazo se terminó y durante un tiempo sentí un dolor tan intenso como nunca antes lo había sentido.

Fui a una revisión con el ginecólogo y ¡sorpresa! El corazón de Jaime ya latía dentro de mí sin yo saberlo. Morris, que es como llamamos a Jaime desde pequeño, llegó al mundo mirándolo todo seriamente. Otro bebé feliz y tranquilo.

Dos cesáreas y un legrado hicieron que nos planteáramos qué hacer. Sabíamos que queríamos más hijos pero no por la vía biológica. Carlos y yo siempre habíamos hablado de la adopción. Para nosotros era un camino hacia la maternidad y paternidad absolutamente normal y compatible con nuestras vidas. Y pensamos que ese era el momento para dar el paso.

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Carlos y yo siempre habíamos hablado de la adopción. Era un camino hacia la maternidad y paternidad absolutamente normal.

 

La adopción: el camino hacia Casilda

Cuando Jaime cumplió nueve meses (tiempo necesario en aquel momento para poder empezar con los trámites de adopción internacional en la Comunidad de Madrid) nos presentamos en la primera reunión informativa. Luego llegaron los cursos, las visitas del trabajador social, las entrevistas con la psicóloga. Una madre sabe cómo funciona un embarazo: 40 semanas aproximadamente y un bebé. Con la adopción todo es incierto. Los plazos se alargan hasta el infinito y el camino se hace duro.

Después de tres años una  mañana de octubre mi teléfono sonó: «es una niña, tiene cuatro meses y está sana; es vuestra hija». Nada es comparable con lo que sentí en ese momento. Casilda Meskerem nos esperaba en Etiopía.

Con la adopción todo es incierto. Los plazos se alargan hasta el infinito y el camino se hace duro.

El 27 de noviembre por fin estábamos los cinco juntos. Recuerdo cada instante de nuestra estancia en Addis Abeba, cada olor, cada persona. Unos días maravillosos que nunca olvidaremos. Un acierto sin duda viajar con nuestros hijos mayores. Compartir con ellos ese viaje fue un regalo que nos unió mucho como familia.

La familia completa

El día que Casilda cumplió un año me enteré que estaba embarazada. Nueve meses después nació Mateo, el bebé más sonriente que había visto nunca. No exagero si digo que nació riéndose.

Ese embarazo se me hizo muy corto. Después de esperar años a Casilda, esos meses me parecieron demasiado cortos.

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El día que Casilda cumplió un año me enteré que estaba embarazada.

Mucha gente me pregunta si hay diferencia en el sentimiento que tengo hacia mis hijos biológicos y mi hija adoptada. Siempre respondo con un no rotundo. Soy madre de cuatro personitas que llegaron al mundo para formar una familia con nosotros, pero a una de ellas la conocimos cinco meses después de nacer.

Un día Casilda me preguntó sobre su nacimiento y yo le dije que nació cantando. La respuesta le sirvió. Sabemos que llegarán muchas preguntas pero también sabemos que encontraremos las respuestas.

#FamilyRules

Publicado el 12 Jun, 2018

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